Las Brujas de Morguana

El monje observó por su catalejo dorado a la ciudad de Morguana que se extendía a pies de la colina. Junto a él, otro monje le daba de comer a una treintena de palomas enjauladas mientras silbaba con gesto amable. Esa última semana de vigilancia aérea en el viejo monasterio de la colina había sido muy ajetreada, ya llevaban avistadas a treinta y siete brujas. Fue en ese momento cuando un grito agudo y chirriante les hizo mirar con atención a la ciudad. A lo lejos una mujer surcaba los cielos como un veloz cometa hasta perderse en las inmensidades del bosque situado al norte. Rápidamente, el monje que estaba junto a la jaula abrió la puerta y sacó una paloma mientras murmuraba -Ciudad de Morguana, nido de brujas repugnantes, acabaremos con todas. Mientras, el otro anotaba en un documento la hora del suceso y las características de la bruja. “Bruja nº 352, voladora veloz del tipo A”. El tipo B, menos frecuente, se remitía a brujas ardientes que brillaban como comentas en mitad del cielo cuyo alarido era el más estremecedor. Finalmente, selló el documento y lo ató a la pata de la paloma, que una vez liberada, descendió a la ciudad.

Otro monje situado en la catedral la recibió en su ventana y leyó el documento. Sacó los archivos de sospechosas de brujería en la ciudad y observó como todas ya habían sido ajusticiadas siguiendo un estricto orden alfabético. Cada vez que los monjes de la colina avistaban a una, ellos capturaban y mataban a la siguiente en la lista. El día que dejasen de avistar brujas merodeando los cielos, ellos dejarían la caza. -Maestro, ya hemos ajusticiado a todas las de la lista -dijo el joven monje a un anciano que leía junto a él. Este se acercó y dejó sobre la mesa una nueva lista ordenada alfabéticamente sin tachar. El joven tachó una cruz en el primer nombre “Ana” y tocó fuertemente una campana que hizo venir a un mensajero. Le entregó el documento y este corrió al castillo militar dos calles arriba, donde varios soldados le esperaban en la puerta. Estos entregaron el documento al capitán y seguidamente una división de quince soldados viajaron en carruaje hasta la casa de la mujer.

Cuando llegaron, derrumbaron la puerta y sacaron a una anciana y se la llevaron entre los ladridos de varios perros que vivian con ella y la mirada aterrada de sus vecinos. El carruaje se dirigió al bosque que delimitaba la ciudad al sur, a donde llegaron al cabo de una hora. Allí, en mitad de un terraplen, le esperaba un destacamento de soldados y una enorme catapulta. Ataron a la mujer de manos, la sentaron en la catapulta y le hicieron la pregunta reglamentaria "¿Te arrepientes de haber sido concubina del demonio?" Si respondía que no, la lanzarían con la catapulta ardiendo en llamas, si respondia que sí, solo se limitarían a catapultarla. Entre lágrimas la mujer se negó a retractarse de nada. Acto seguido la rociaron con abundante alcohol y le prendieron fuegon, lanzandola seguidamente a la orden de tres a los cielos.

Mientras, en el monasterio de la colina los monjes veían con la boca abierta a la mujer surcando los cielos iluminando la noche con sus llamas que dejaban una larga estela de humo. -¡Mira una bruja del tipo B! -Gritó el monje del catalejo. Poco después, otra paloma mensajera descendía desde el viejo monasterio hacia la ciudad.

(Ilustración: http://keithwormwood.deviantart.com/ )

1 comentarios:

~Kira~ 29 de enero de 2009, 1:41  

Madre mia, que pasada de relato. Me encanta, es muy oroginal!