Pero el cambio nunca fue producido. El ladrón devolvió los objetos a sus dueños. En castigo, el Destino torció su fortuna y el Tiempo acortó su existencia hasta encontrarse con la Muerte.
El Ladrón y la Joven
Pero el cambio nunca fue producido. El ladrón devolvió los objetos a sus dueños. En castigo, el Destino torció su fortuna y el Tiempo acortó su existencia hasta encontrarse con la Muerte.
Parcas S.A.
Pero antes de continuar con esta clase de historia del Inframundo, os contaré algo sobre mi. Mi nombre es Vincent Halsey y nací en 1503. Durante toda mi vida fui un feliz granjero de la hermosa campiña inglesa, feliz si no contamos la tuberculosis que acabo con mi familia y el hecho de morir devorado vivo por quince cerdos hambrientos cuando un día por accidente caí en el chiquero del viejo loco de Charles Winston. Para colmo, el cielo no fue como me lo vendieron y en el Inframundo me acusaron falsamente de haber asesinado a Charles para robar alguno de sus tiernos y deliciosos cerdos para hacer un guiso con ajos y zanahoria y en castigo me enviaron a un cráter humeante lleno asesinos. Allí me hice amigo de un guerrero que en vida había sido emperador de vastos territorios, aunque en sus últimos años de vida había sufrido un golpe en la cabeza durante una batalla que le hizo perder toda su memoria. Por lo general era un tio bastante tímido y patoso y seguramente tuvo que ser un autentico cabronazo para ser una de las almas más temibles de todo el Inframundo. Atila y yo habíamos pasado ya más de cuatroscientos años viviendo juntos, hasta que cierto día cuatro hombres montados sobre caballos y vestidos con capuchas negras, vinieron hasta nosotros y nos ofrecieron una opción a nuestra hasta entonces medianamente cómoda vida comunitaria en el cráter. Habíamos sido seleccionados para trabajar en la Parcas S.A. Era la oportunidad perfecta para cambiar de aires, no me malinterpreten, vivir en un sitio con figuras tan celebres como Caligula no era de despreciar, pero tenía que ampliar mis horizontes.
Pero antes de continuar con esta clase de historia del Inframundo, os contaré algo sobre mi. Mi nombre es Vincent Halsey y nací en 1503. Durante toda mi vida fui un feliz granjero de la hermosa campiña inglesa, feliz si no contamos la tuberculosis que acabo con mi familia y el hecho de morir devorado vivo por quince cerdos hambrientos, cuando un día por accidente caí en el chiquero del viejo loco de Charles Winston. Para colmo, el cielo no fue como me lo vendieron y en el Inframundo me acusaron falsamente de haber asesinado a Charles para robar alguno de sus tiernos y deliciosos cerdos para hacer un guiso con ajos y zanahoria y en castigo me enviaron a un cráter humeante lleno asesinos. Allí me hice amigo de un guerrero, que en vida había sido emperador de vastos territorios, aunque en sus últimos años de vida había sufrido un golpe en la cabeza durante una batalla que le hizo perder toda su memoria. Por lo general era un tio bastante tímido y patoso y seguramente tuvo que ser un autentico cabronazo para ser una de las almas más temibles de todo el Inframundo. Atila y yo habíamos pasado ya más de cuatroscientos años viviendo juntos, hasta que cierto día cuatro hombres montados sobre caballos y vestidos con capuchas negras vinieron hasta nosotros y nos ofrecieron una opción a nuestra hasta entonces medianamente cómoda vida comunitaria en el cráter. Habíamos sido seleccionados para trabajar en la Parcas S.A. Era la oportunidad perfecta para cambiar de aires, no me malinterpreten, vivir en un cráter con figuras tan celebres Caligulaaaa no era de despreciar, pero tenía que ampliar mis horizontes.
La fabrica se hallaba en el Limbo, un desierto sin fin en donde no era posible discernir el frió del calor, donde las agujas del reloj se movían un milímetro cada mes y donde no era posible encontrar un buen bar. En la entrada a la fábrica se podía leer su lema "Parcas S. A. Desde la Eternidad controlando tu Destino". Cuando nos adentramos en ella quedamos estremecidos por su envergadura. Toda la empresa se distribuía en cinco sectores básicos. El sector uno se encargaba de controlar la enorme máquina que fabricaba los hilos de lana de la vida, empleando para ello una receta secreta patentada por las Parcas, pero básicamente era como preparar sopa para una comida de proporciones mastodónticas. El sector dos se encargaba de tender el tejido y secarlo. En el sector tres, diez maquinas de coser color cobre del tamaño de un establo cada una, escupían sin cesar los hilos que correspondían a las diferentes almas. Los tejidos trenzados con las venturas y desventuras de los mortales se extendían varios kilómetros sobre una serie de trasladadores a cuyos lados, otras almas intentaban desanudar y ordenar sirviéndose de artilugios con ruedas para poder desplazarse de un lado a otro. El sector cuatro, era el más lúgrube, aquel al que nadie quería que le asignaran. Allí, numerosos hombres se dedicaban a cortar los hilos de la vida a los que les había llegado la hora final. Cada vez que lo hacían, un grito aterrador que no parecía provenir de ningún sitio era oído en toda la estancia. No importaba las veces que lo oyeras, siempre lograba ponerte los pelos de punta. Y fue a aquel sector en donde afortunadamente fuimos a parar Atila y yo.
Finalmente, el sector cinco era donde iban a dar los hilos gastados y recién cortados, donde una serie de hombres muy amables sin pelo y vestidos con túnicas rojas se dedicaban a llevarlo en enormes sacos hasta el sector uno, donde se mezclarían con el hilo recién fabricado en un buen intento de reciclado ecológico de almas...
Etiquetas: fabrica , fantasia , inframundo , parcas , relato
Citas
Dejo por aquí dos citas que acabo de ver en el espacio "Agujero llamado Nevermore" y que por el contexto de mi vida actual, he leido y he comprendido totalmente :)
"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y de pronto nuestra vida se concentra en un instante"
Oscar Wilde
"Las cartas de amor se escribien sin saber lo que se va a decir, y se terminan sin saber lo que se ha dicho"
Jean-Jacques Rosseau